Luego de varias… lecturas del texto de Paul Watzlawich quisiera compartir una canción que me trajo a la memoria: “El hombre extraño” de Silvio Rodriguez…
Era extraño aquel hombre,
o por tal lo tomaron,
porque besaba todo
lo que hallaba a su paso.
Besaba a las personas,
al perro, al mobiliario
y mordía dulcemente
la ventana de un cuarto.
Cuando salía a la calle
le iba besando al barrio
las esquinas, aceras,
portales y mercados,
y en las noches de cine
(también las de teatro)
besaba su butaca
y las de sus costados.
Por estas y otras muchas
los cuerdos lo llevaron
donde nadie lo viera,
donde no recordarlo,
y cuentan que en su celda
besaba sus zapatos,
su catre, sus barrotes,
sus paredes de barro.
Un día sin aviso,
murió aquel hombre extraño
y muy naturalmente
en tierra lo sembraron.
En ese mismo instante,
desde el cielo, los pájaros
descubrieron que al mundo
le habían nacido labios.
La canción me sirvió de excusa para pensar en la relatividad de lo que nosotros llamamos realidad, tal como especifica Watzlawich. Realidad considerada como construcción en la que cada individuo puede ser libre para decidir, para aprender a conciliar y ser responsable. Todos, en alguna medida, experimentamos acontecimientos que fueron interpretados de distintas maneras por aquellos nos rodeaban. Lo que puede ser correcto para uno, puede no serlo para otro u otros.
A su vez, estamos inmersos en una sociedad, no somos seres aislados y por consiguiente necesitamos sentirnos aceptados, considerados. Según Martin Buber, “En todos los estratos sociales se confirman unos a otros los hombres en sus propiedades y capacidades humanas; y se puede calificar de humana a una sociedad en la medida en que sus miembros se confirman recíprocamente. La base de la convivencia humana es doble y, sin embargo, una sola: el deseo de todos los hombres de que los otros les confirmen como lo que son o incluso como lo que pueden llegar a ser, y la capacidad innata de los hombres para confirmar de ese modo a sus semejantes.” William James enfatiza la cuestión en la siguiente afirmación: “No se podría inventar un castigo más inhumano que, si ello fuera posible, el de dejar suelto en medio de la sociedad a un ser humano y que permanezca completamente ignorado por sus semejantes.”
El pobre “hombre extraño” que cantara Silvio Rodriguez ¿Se habrá sentido discriminado?, ¿Qué era normal para él? ¿Tendría sentido su proceder tan alejado de la “normalidad”?, ¿Sería un sinsentido del que no tendríamos explicación? En el artículo de Watzlawich se menciona la postura de la antipsiquiatría de los años sesenta en la cual no era cierto que la sociedad sufriera bajo la anormalidad mental de algunos de sus miembros. Todo lo contrario. Sucedía más bien que la sociedad era patógena, o sea, generadora de enfermedad y precisamente sus miembros más sensibles padecían esa patología. Aunque la ausencia de una definición clara de normalidad hace que sea imposible para la psiquiatría definir patologías. El criterio para saber si una persona es psíquica y mentalmente normal es su grado de adaptación a la realidad. Quien ve la realidad tal como ella es, ése es normal.
O podríamos preguntarnos… ¿Habría enloquecido por algún desengaño amoroso?, ¿fingiría estar loco para sacar algún provecho?, ¿Habría actuado de esa manera sólo para tener un lugar seguro donde vivir?... considerando a Epicteto que ya en el siglo primero de la era cristiana afirmaba: “No son las cosas las que nos inquietan, sino las opiniones que tenemos de las cosas.”
Y me sigo preguntando… una vez muerto ¿habrá cambiado la percepción que tendrían de él? La muerte implica un alejamiento, un correrse al costado y permitirnos tomarnos distancia para revisar nuestras percepciones, desde otra postura. Tal vez extrañasen, lo que antes habían ampliamente criticado. “¿Es, pues, cierto que el sentido verdadero se revela sólo cuando no lo buscamos, cuando, en lugar de buscar, hemos aprendido a abandonar la búsqueda?”. Otro sinsentido del sentido.
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El sinsentido del sentido
viernes, 11 de septiembre de 2009Publicado por Mónica Aguirre en 16:36
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